Huída de los enamorados... ¡No, ni de coña! (Alexander)

La pierna me dolía bastante, y con el frío que tenía por estar mojada me había olvidado de eso. El vampiro corría a gran velocidad, ahora sí que no había esperanza de salir con vida de aquello o de escapar de él. Tosí un poco más, quizá por el aire frío que estaba tragando, y me sentía mareada.

-¿Dónde estamos?-pregunté cuando noté que la velocidad disminuía.-¿Por qué... Quieres matarme?-ahora que estaba sola con él tenía miedo de verdad.

Conseguí salir de Forks sin ningún tipo de distracción ni de impedimento más. Al fin iba a cobrarme aquella vida que tanto me divertía.
corrí un poco más lento. La pierna estaba comenzando a joderme de verdad. Puto perro, algún día lo mataría...
No respondí a la primera pregunta de la humana, pero le concedí una respuesta a la segunda.

- Porque una vida, si a esto se le puede llamar vida, tan monótona necesita algo de diversión. -Clavé mi mirada en la suya.- Y los animales son asquerosos y no se dejan guiar por el pánico del depredador.

Dejarse guiar por el pánico... Y yo sí que lo estaba haciendo, estaba muy asustada. Me mordí el labio inferior para que no me temblara, tenerlo tan cerca, estar en sus brazos, me daba tanta inseguridad y tanto terror que hacía parecer todo irreal, una pesadilla.

-¿Qué pretendes hacer? ¿Romperme todo?-pregunté, ni siquiera hice nada por ocultar mi miedo.

Dejé de correr y comencé a caminar lentamente, mirando al frente.
Me encogí de hombros y fruncí los labios ante su pregunta, dándome un ligero aire inocente. Cosa que yo no era.

- No sé, lo que se me venga a la cabeza. Puede que sí te lo rompa todo. Puede que no.

Sentí un escalofrío que me recorrió de arriba a abajo al imaginarme en el mismo estado que Daniel, sufrir repetidas veces lo mism que en la pierna. Quizá... A estas alturas, Dan estuviera a salvo, quizá el lobo había vuelto con él al no poder seguirnos.

-Suéltame.-dije con la voz temblorosa. Parecía un bebé en los brazos de su madre, menuda comparación...

- Mmm... -Fingí que pensaba, con diversión, y luego solté rápidamente.- No.

¿Aún a estas alturas esperaba que la iba a dejar escapar? Ni en broma. Había tenido que librarme de dos estúpidos chuchos para conseguir que nadie me molestara mientras me divertía.

Otro escalofrío me sacudió, éste fue más fuerte que el anterior. Estaba jugando conmigo y eso me hacía sentir peor. No me moví, tenía mucho frío. Aparté mi mirada de la suya hacia el suelo mientras las lágrimas volvían a caer por mis mejillas.

-Por favor...-pedí en un murmullo.

- ¿De qué te va a servir que te suelte? No puedes ir a ninguna parte ni aunque te deje libre. -Reí. Si la dejase allí suelta sería carnaza para los pumas que rondaban por las afueras de aquel pueblucho de mala muerte.

El llanto no se hizo de esperar y estuve a punto de llorar en su pecho, pero me di cuenta enseguida que no era la ''persona'' adecuada. Ya no volvería a ver a John pero quizá sí a Carmen en la otra vida... Aun así yo...

-No quiero morir...-sollocé.

No agregué nada más y me mantuve serio mientras me adentraba más aún en el bosque de las afueras de Forks. Quién sabe si habría por allí algún animal que diese más diversión a la situación.

Quiero que me deje en paz, me siento como una muñeca.-pensé con gran terror.

-Quiero volver a casa, por favor, no me hagas daño.-seguí lloriqueando. Me di cuenta de que se había adentrado más en el bosque, desde allí nadie podría oírme pedir ayuda... Aunque no serviría de nada contra un vampiro.

Fruncí bastante el ceño cuando sus pensamientos, tan incompletos como siempre, se adentraron en mi cabeza.

- Te dije que no pensaras... -Gruñí entre dientes.

¿Podía escuchar lo que yo pensaba? Su forma de hablar... Si es que eso era hablar, me daba más miedo. Al final moriría de un ataque al corazón, en vez de en sus manos. Bueno, eso sería mejor seguro.

-No puedo dejar de pensar...-titubeé.

- A mí se me ocurre una manera de la que sí que podrás dejar de pensar. -Amenacé con violencia en la voz y le tiré al suelo de mala gana.

Di un alarido con el movimiento, me había dolido la pierna rota de sobremanera, y después solté un quejido por la caída al suelo. No sabía exactamente a que se referiría pero tampoco quería provocarlo. Me quedé mirando al suelo, un poco erguida sobre éste.

Me quedé quieto y de pie delante de la humana, mirándola fijamente y pensando qué podría hacerla. Me había complacido aquel grito que pegó cuando chocó contra el suelo, pero ya me aburría romper huesos a todas mis víctimas, pero no iba a intentar lo de la última vez.
Quizás experimentar con humanos estaría bien... lástima no poder jugar con fuego.

Levanté la mirada un momento para dirigirla a él, pero la aparté enseguida. Su cara me daba aún más miedo, estaba tramando cómo hacerme daño, seguro. Seguí lloriqueando sin moverme ni un centímetro mientras miraba al suelo.

Estaba ya frito. El cerebro no me daba para más. No entendía por qué aquel día estaba espeso y... lo odiaba.

- ¿Alguna preferencia sobre tu muerte? -Decidí preguntar, por mucho que sonara estúpido.

Alcé la cabeza para mirarlo de nuevo, ahora con los ojos desorbitados. ¿Cómo me preguntaba aquello? A eso no sabía qué contestar... Me senté en el suelo rápidamente y al momento me arrepentí, solté otro alarido por culpa del dolor de la pierna.

Seguí mirando a la humana, esperando una respuesta, y, no sé por qué, comencé a acordarme de mi difunta esposa. Noté cómo el verde de mis ojos se apagaba a un verde más oscuro y mi mirada se volvía nostálgica. ¿Por qué, Adrianne?

Desvié la mirada hacia otro lugar, intentando que la humana no pudiese darse cuenta de mi pésimo estado de ánimo. Me sentía estúpido, ridículo, débil, hecho polvo...

Sentí como si se me hubiese caído el cielo encima sin saber por qué. Pude ver que los ojos del vampiro cambiaron ligeramente de color. Estaba muy... Extraño. Apartó la mirada.

-¿Qué... Te pasa?-pregunté con tono inseguro.

Genial, ahora me preocupo por él. Seguro que me parte el cuello.

- Nada. -Contesté sin más y me senté en el suelo. Volví a mirar a la humana y reparé en que tenía el pelo ondulado, como... Adrianne...

Sacudí la cabeza. ¿¡Qué coño pasaba!? No me iba a encandilar de una simple humana solo porque se pareciese a Adrianne. Además... ella estaba pálida, al contrario de esa chica. Y sus ojos eran de un verde bañado por las gotas del alba...

Adrianne no era esa chica... no, esa chica no era Adrianne...

Se había sentado y me estaba mirando... No, no era una simple mirada, me escudriñaba, me analizaba. ¿Por qué?

Estará pensando por dónde empezar a romper.-dijo una voz en mi cabeza y me llevé una mano al otro brazo para frotarlo.

-¿Por qué me miras así?-pregunté con la voz un poco quebrada.

Salí de mis pensamientos en cuanto la humana volvió a hablarme. ¿Qué le contestaría? Porque desde luego no le iba a decir que me estaba volviendo completamente loco y había comenzado a pensar que ella se parecía a mi esposa, la que murió hacía ya 436 años atrás.

- Estoy pensando.

Parecía más... ¿Calmado? ¿Y si cambiaba de opinión? ¿Y si me dejaba vivir?

En fin, castillos en el aire...

-¿En qué?-me aventuré a preguntar. Quizá aquel vampiro tenía un lado humano aún, sólo tenía que encontrarlo. Lo cierto era... Que ya no estaba tan asustada, aunque sí dolorida por mi pierna.