Huída de los enamorados... ¡No, ni de coña! (Alexander)

Quizás no era tan insensible como yo pensaba. Por desgracia aún me quedaba algo de humanidad que se escondía tras los múltiples recuerdos humanos que había logrado mantener en mi cabeza durante cuatro siglos. Había logrado reordar siempre todos y cada uno de los momentos que pasé con Adrianne, cuando nos conocimos, cuando nos besamos por primera vez, cuando nos enteramos de que ella estaba embarazada...
... Cuando hallé su cuerpo sin vida sobre el suelo de nuestra pequeña casa...

- ... En Adrianne... -Susurré.- Mi esposa... muerta.

El miedo desapareció, se esfumó como si nunca hubiese existido. Miré al vampiro con tristeza.

Espera, ¡¿Y este chiflado no me chantajeó para matarme a cambio de dejar vivo a Daniel?! ¡¿Es una especie de venganza?!

Sin embargo, no le eché nada en cara, y no por miedo... Si no porque yo no era así. Me mordí el labio inferior sin saber qué decir.

-¿Cómo... Te llamas?

Fruncí el ceño al volver a escuchar sus pensamientos. Me desconcentraba un poco, pero ya me iba acostumbrando... si supiese alguna manera de poder ignorar sus pensamientos quizás sería más llevadero tratar con lo que antes era mi presa, pero tendría que aguantar.

- ...Alexander.

-Alexander...-murmuré. Ahora estaba casi totalmente tranquila para mi sorpresa.

Bonito nombre.-pensé sopesando la situación actual.-Bien, estoy con un vampiro que quiere matarme y que ahora demuestra síntomas de nostalgia, veamos...

-¿Te... Entristece recordarla? ¿Por qué lo has hecho ahora?

Me quedé totalmente sorprendido cuando pude escuchar con total nitidez los pensamientos de la humana. ¿Q-qué? ¿Cómo es que ahora sí y antes no? ¿Porque estaba asistada y ahora parece estar más calmada? ¿O qué?
Sentía que iba a enloquecer.

- Me... suelen venir recuerdos de ella sin ninguna explicación. -Mentí, pero sonó completamente convincente. Era obvio que no le iba a decir la verdad.

-Oh... Está bien.-murmuré.

No, no está bien. Está claro que él no está bien, estas... Locuras que hace son síntoma de un trauma.
Pero... No quiero preguntarle más nada, ¿Y si se enfada?
Ya no tienes nada que perder.

-¿Qué pasó?-pregunté con lentitud.

Escuché los pensamientos de la chica mientras mantenía la mirada fija en el suelo, cogiendo pajitas del suelo y destruyéndolas con el dedo índice y pulgar de la mano izquierda.
No pude evitar tensarme cuando me preguntó acerca de la muerte de Adrianne, pero quise dejarlo claro.

- No hago todo esto por venganza. -Volví a mirarla.- Adrianne fue asesinada por unos neófitos que asaltaron Grecia hace cuatro siglos. Pero ya obtuve mi venganza unos años después de mi transformación.

Desvié mi mirada de su figura al suelo. Y respiré hondo, de forma nerviosa.

-Siento haber preguntado, yo... Yo sólo quiero volver a casa...-dije. El tono que me salió se me antojó parecido al de un niño. Seguía frotándome el brazo.

Miré a la chica y no pude evitar sertir compasión. Yo... le había hecho daño, pero por el malestar conmigo mismo, con mi no-vida, nada de venganzas... simplemente malestar y porque buscaba mi felicidad en el malestar de los humanos. Sentía que ellos, al enviarme a la batalla, me habían arrebatado a Adrianne...

- Lo... siento... -Dije, mirando su pierna. Sabía que no era suficiente pero... ¿lo sentía?

Lo miré otra vez con el ceño fruncido, girando la cabeza de forma brusca. ¿Estaba pidiendo perdón? Sin darme cuenta me llevé la mano a los labios, donde me habían dado puntos por su culpa.

-¿De verdad lo sientes?-le pregunté con tristeza.

Observé cómo se llevó la mano a los labios, aún se podía notar una pequeña cicatriz. Y no me extrañaba. Ella se cayó de morros al suelo y luego yo le mordí en los labios para que no gritara mientras le partía el fémur.
Agaché la cabeza y asentí con la misma, incapaz de responder con palabras.

Fruncí los labios y volví a dejar caer la mano a un lado, en el suelo. Seguí mirándolo, como si intentara entrar en sus pensamientos.

-Me hiciste mucho daño,-le dije.-tuve... Pesadillas. Estuve a punto de morir por tu culpa, ahora también y... Ya no entiendo nada. Has... Hecho mucho daño a Daniel, sólo porque querías matarme a mí... Ahora no haces nada... ¿Quiero saber por qué?-entonces me eché a llorar de pura impotencia, además me afectaba el dolor de la pierna.

Cada cosa qeu me decía me dolía más y más, y se notaba en la expresión de mi rostro, que mostraba cómo cada vez apretaba los dientes con más fuerza.
Vi y escuché cómo lloraba y noté cómo se me caía todo encima. Me estaba aflojando... y lo sabía, y no intentaba insensibilizarme. No quería matarla.

- Porque me has recordado a Adrianne. -Dije al fin.

¡¿Qué demonios?!-exclamó mi mente mientras lo miraba con los ojos desorbitados. Miré mi pierna un momento con una mueca de desagrado y luego suspiré. Me arrastré por el suelo y ahogué un grito de dolor, aunque no pude evitar soltar gemidos por el hueso roto. Pero no me detuve hasta que estuve a su lado.

Alcé una mano con la intención de ponérsela en el brazo -recordé nuestro primer encuentro, cuando me agarró por la muñeca después de tomar su brazo también, tras lo cual me caí de morros al suelo y me hice sangre- pero enseguida me arrepentí y dejé caer muerto el brazo otra vez. Miré al suelo.

-¿Podré... volver a casa?-pregunté sin levantar la mirada.

Me resultó extraño no sentir satisfacción al escucharle gritar, ya que en vez de eso sentí como si algo me atravesara por dentro. ¿Por qué? ¿Por qué ahora me jodía tanto que gritara?

- Veo que me he ganado tu miedo. -Dije tras observar cómo casi pone su mano en uno de mis brazos, como la última vez, solo que esta vez no tenía intención de hacerle nada en la muñeca. No respondí a su pregunta, decidí quedar en silencio.

Solté un suspiro nervioso sin levantar la mirada del suelo y asentí a lo que dijo. Pero yo... Quería volver a casa, ni siquiera quería ir a un hospital por mi pierna.

-Por favor, déjame volver a casa...-pedí con un hilo de voz.

Miré al suelo de nuevo.

- No. -Susurré.

Aún no quería que ella volviese a casa. Al menos quería que las cosas se calmaran un poco, o por lo menos dejaría pasar un día.

- Quizás mañana vuelvas.

Lo miré otra vez, ahora con el rostro desencajado. ¿Pasar un día entero con un vampiro?

-No...-dije como una súplica.-Me duele la pierna... Mi padre se preocupará...

Empecé a hiperventilar, nerviosa.

Oculté mi rostro con una mano, que luego se deslizó por mi frente para acabar pasándomela por el pelo.

- No te... haré nada... -Suspiré, aunque no tuviese nada que ver con lo que había dicho, pero sí con lo que ella había pensado.

¿Y cómo me fío yo de él?-pensé frustrada.

-¿Pero por qué no puedo volver?-pregunté con voz ahogada.-¿Seguro que podré... Volver mañana?

Seguí hiperventilando.

Vale, quizá no me vaya a matar, pero... No quiero... Tengo miedo...

- Mañana volverás, te lo prometo.

Puse mis manos sobre sus hombros con cuidado, como si tuviese miedo de hacerle daño, como un niño que toma con cuidado una muñeca de porcelana.

- Fíate de mí. -Continué.- Si hubiese querido hacerte daño, te habría partido los hombros.

Me tensé cuando me tocó los hombros y tragué saliva. Un escalofrío me sacudió de arriba a abajo cuando escuché sus últimas palabras.

-No suena muy alentador...-dije aún con la voz ahogada.-¿Harás daño a Daniel?-pregunté entonces.

Negué con la cabeza.

- No le haré nada si no quieres. -Aparté mis manos de sus hombros y volví a quedarme como antes, ahora quieto como una estatua.

Respiré hondo cuando quitó sus manos de mis hombros y miré hacia otro lado.

-Gracias...-susurré. Luego me tumbé sobre el suelo y, al relajarme, me llegó todo junto. Cerré los ojos con fuerza.-Alexander... Me duele la pierna.-murmuré mientras tiritaba de frío.

- No me agradezcas nada. -Insté. No me merecía ningún agradecimiento, y ella lo sabía. Luego miré su pierna, que emanaba un poco de sangre, pero eso no me afectó. Sabía controlarme perfectamente con una cantidad tan pequeña de sangre.- Se te pasará...