Tarde aburrida (Alexander)

Llegué al bosque de la Push después de estar media hora delante de la televisión sin encontrar un canal medianamente decente con el que entretenerme. Sin ninguna opción de trabajo, sin nada más que estudiar, sin ganas de salir a conocer otros lugares, la Push volvía a reducirse a un pueblo aburrido y monótono en el que estaba condenada a vivir, o a sobrevivir hasta que alguien me matara.
Llegué a un pequeño claro cubierto de flores rojas y me tumbé en el suelo cerrando los ojos. Duck se había quedado en casa esta vez, últimamente estaba más perezoso que yo. El sol acarició mis párpados y mi piel, apareciendo de pronto tras unas nubes que impedían el paso de la luz. Sonreí, tal vez así consiguiera eliminar esa palidez espantosa que siempre había tenido.

Después de estar a punto de merendarme a esa humana pelirroja, fui seducido por otro olor que me atraía más, el de la humana rubia de La Push, la que se me escapó en Seattle y dejé escapar -o más bien que la salvaran- en La Push.
Me alegré de que siguese viva, eso significaba menos aburrimiento y más sufrimiento para ella.

Llegué a un claro con flores rojas y la encontré ahí, tumbada como si no tuviese preocupaciones. Negué con la cabeza para mí mismo. Pobrecilla, jamás entendería que en aquella zona del mundo no era nada recomendable bajar la guardia.

Me acerqué a ella con las manos en los bolsillos y una gran sonrisa en la cara.

- ¡Vaya, pero si es mi chica favorita! ¡Ya te echaba de menos!

Mantuve los ojos fuertemente cerrados un momento más al escuchar aquella voz. La reconocí en menos de un segundo y no supe identificar muy bien qué clase de sentimientos estallaron en mi interior, porque eran demasiados y muy imprecisos. Estaba claro que el más significativo era el odio. La segunda posición la ocupaba el miedo. Y la tercera... En la tercera solo había una profunda curiosidad que no venía a cuento.
Después de la explosión de emociones llegó la frustración, y desfilaron por mi mente todos los insultos que había aprendido a lo largo del tiempo. ¿Por qué aquella vampira me había dicho que permaneciera en la Push? Se suponía que allí iba a estar segura, o relativamente segura. Me habían advertido que no fuera a Forks porque estaba infestado de vampiros tan simpáticos como mi acompañante, pero no me habían dicho que la Push fuera un tanto de lo mismo. ¿Dónde estaban los licántropos que debían proteger la reserva, de vacaciones?
Suspiré y por fin me atreví a abrir los ojos para buscar con ellos la mirada de mi amiguito. Estaba a unos pasos de mi posición, tan feliz como siempre y con el mismo aspecto que presentaba en nuestro último encuentro.

- Vaya, si es la garrapata asesina. -le saludé.- ¿Tienes alguna especie de fijación conmigo o son imaginaciones mías?

Sonreí aún más ampliamente al escuchar sus pensamientos. Así que licántropos... pues iba lista, porque esos chuchos no me iban a joder de nuevo la merienda, bastante había tenido ya con esa neófita repelente. ¿Su amiga esa humana? Pues menuda imbécil. Los humanos no eran más que carnaza, eran nuestra comida, no nuestros amigos.

Llegué al lado de la chica rubia y me senté a su lado para tomarla del mentón y obligarle a mirarme directamente a los ojos.

- Verás, monada, es que tu sangre es una gran tentación a la que ni quiero ni puedo resistirme. -Sonreí entre dientes.- Pero también es que eres muy divertida. -Comenté recordando el último día en La Push, cuando casi se mata ella sola dentro de su habitación con el fuego que ella misma había encendido.

Ante el miedo y el odio había vencido la curiosidad. O tal vez solo intentaba ganar tiempo para...¿para qué,si no iba a librarme de acabar con varios huesos rotos otra vez e incluso muerta en esta ocasión?
No me moví ante el contacto de sus dedos fríos en mi barbilla y le devolví una mirada de reproche al oírle.

- Me alegro de ser tan divertida para ti. -contesté de forma seca.- Y si mi sangre es tan apetecible,¿por qué no me has matado ya?

Alcé una ceja en espera de su respuesta. De un momento a otro el tipo aquel volvería a hacerme daño, yo terminaría herida y nos encontraríamos en la situación de siempre. Era casi aburrido, porque yo ya empezaba a acostumbrarme al dolor y podría soportarlo sin dificultad.Volví a mirarle y sonreí levemente.

Alcé las cejas aún sonriendo y deslicé mi mano desde su mentón a su pelo para enroscar y desenrocar el dedo índice entre sus mechones dorados.

- Te lo he dicho ya. -Dije con un tono tranquilo, mirando el dedo que jugaba con su pelo y sabiendo que no compartía esa tranquilidad con la chica rubia.- Eres muy divertida, y una presa como tú no se me ofrece todos los días. -Respondí, ahora intentando aclarárselo mejor.- No todas me encierran en su propia habitación para intentar quemarme. -Reí al recordar ese día. Fue estupendo dejarla encerrada en su propia trampa.

Le dirigí una sonrisa impregnada de falsa amabilidad y me tendí en el suelo nuevamente, tratando de ignorarle. No iba a correr, ya estaba más que comprobado que no servía de nada más que para divertirle a él. Tampoco iba a pedir ayuda a gritos, no iba a venir nadie ni quería meter en líos a otra persona. Y sobre todo no pretendía rebajarme a él para suplicarle por mi vida o algo parecido.
Así que me tumbé otra vez y cerré los ojos.

- A ti te resulta muy divertido. -murmuré.- Pero mi casa tiene la última planta carbonizada por tu culpa y yo he tenido que ir al hospital dos veces. Ójala nunca me hubiera encontrado contigo en aquel callejón...

Suspiré y retiré su mano helada con cuidado de entre mi pelo, alisando el mechón que había cogido con mis dedos.

Aparté la mano de su pelo cuand hizo un ligero movimiento de cabeza, a lo que sonreí ampliamente además de por su respuesta. Me hacía mucha gracia que intentara cargarme con la culpa de que su casa estuviese carbonizada y además intentaba ignorarme.
Me recosté sobre mu costado al lado de ella, apoyando un codo en el suelo y la cabeza en la mano. La miré con las cejas alzadas y aún con esa curiosa sonrisa en mi cara.

- La única que tiene aquí la culpade todo lo que te ha pasado eres tú. -Contesté.- ¿Tu casa está carbonizada? Culpa tuya, no haberme provocado. ¿Que has estado ya dos veces en el hospital? Culpa tuya también, tienes una sangre demasiado deliciosa. -Me relamí y solté una risa.- Seguro que en el hospital ya te echan de menos, no querrás romperles el corazón, ¿verdad? -Dije con una clara ironía y pasé el dedo índice de la mano libre por su brazo, dibujando la curva de su codo. Me encantaba incomodarla.

Me concentré en el movimiento de las hojas de los árboles mientras él me culpaba de todo lo que había provocado desde que apareció en mi vida. Sabía que nada de lo que estaba diciendo era cierto,así que en ese sentido estaba muy tranquila. Solo empecé a alterarme cuando insinuó que en el hospital me echaban de menos. Estaba claro que era una amenaza,y yo no sabía qué hacer para ignorarla ni librarme de ella.
Suspiré y su dedo recorrió el contorno de mi brazo, trazando sutilmente la forma del codo. Estaba demasiado cerca, y eso me incomodaba más que ninguna otra cosa. Retiré el brazo con un movimiento brusco y me tumbé de forma que le diera la espalda.

- Creo que prefiero romperles el corazón a ellos que rompértelo a ti. -respondí con un tono impregnado de sarcasmo.- Si me voy al hospital te sentirás solito y llorarás,por eso siempre vienes a fastidiarme a mí,porque no hay nadie más que te haga caso.Aunque solo sea para odiarte...

Reí y cerré los ojos,apoyando la mejilla en la hierba.

- Tienes razón. -Concedí.- Te necesito mucho, por eso vengo a por ti. Te torturo, me suplicas, me divierto, te torturo, te torturo, te torturo más, viene alguien a joderme o cambio de opinión, vas al hospital y... -Cogí aire suavemente.- ¡Vuelves a casa por Navidad! ¿No es estupendo? -Dije en tono alegre y cantarín y alcé la mano que antes de que ella se apartara estaba acariciando su codo.

Me levanté ágilmente del suelo, frotándome las manos con las cejas alzadas.

- Bueno, dime, ¿qué te apetece que te rompa hoy? ¿Un brazo, los dos, una pierna, las dos...? ¿Algún dedo? ¿La nariz? ¿La muñeca? ¿El codo? -Inquirí.- Hay mucho donde romper, eres tan frágil... -Puse una cara de fingida tristeza y sonreí apliamente después.- Claro que tanto como si me respondes como si no lo dejaré a gusto del servidor.

Puse los ojos en blanco y le hice un gesto grosero aún con la espalda vuelta hacia él.

- No me das miedo,garrapata. -aseguré.- Solo te odio. Piérdete,¿vale? Ve a romperle cosas a otra, porque a mí ya me aburres y no me causas ninguna impresión.

Luego me incorporé hasta quedar sentada y me volví para mirarle a los ojos. No sabía qué hacer para molestarlo o provocar su marcha, era demasiado frustrante. Entonces recordé algo que me había funcionado con otras personas a las que quise dañar anteriormente, aunque no precisamente vampiros.

- ¿Cuál es tu problema, tío? Intento entenderte. Durante este tiempo he logrado deducir cosas. Cambiaste por algo que ocurrió en el pasado, te comportas así porque hace años no pudiste evitar una tragedia y te sientes mal por ello. Por ese motivo vas por ahí fastidiando a los demás. -estaba improvisando sobre la marcha, pero esperaba acertar en algo.- Tal vez estás así por amor. ¿Tu novia te dejó y no lograste superarlo nunca? ¿O se murió y tú te escondistes como un cobarde mientras la veías morir? Pobre vampiro, está solito y amargado. Pero yo no tengo la culpa de que cometieras errores en el pasado. Ni yo ni ningún otro humano. Deberías buscarte pareja y cambiar un poquito tu mentalidad,¿sabes?

Estreché la mirada hasta reducirla a un par de rendijas azules, para después fulminarle con ella y aguardar su reacción, aunque estaba casi segura de que el mío era un plan inútil porque a aquel vampiro no parecía importarle ninguna ofensa.

Tarareando “Always Wu” con la mochila con su laptop al hombro y su Blackberry en mano, había avanzado sumisa en un pensamiento, identificar el origen de tantos aromas tan raros y diversos, normalmente los humanos olían casi igual, había excepciones donde olían a flores o a minerales, y eso lo sabía bien. Dominar la furia de los elementos, la habían dotado bien para entender hasta el más pequeño de los componentes de la naturaleza.

Se detuvo ante un arrollo, un olor viejo y vago que era amargo pero también olía como a la lava, le hiso reaccionar. Al levantar la vista hacia el cielo, se dio cuenta de que había dejado el parque atrás y se había internado en el bosque. Sonrió. La naturaleza de ese lugar era agradable, los olores de pino, olmo, arce y hasta de un sauce varios kilómetros rio arriba, la reconfortaron. Los nubarrones grises en el cielo parecían estar acumulándose, pero no tenían intensiones de dejar caer, el elemento que da vida.

Ignoro los olores y hasta las voces que creyó escuchar. Su mochila era impermeable, así que solo tuvo que guardar su Blackberry antes de levantar las manos al cielo. Después lentamente las dejo caer, y al mismo tiempo que hacia esto, se escucho un sonido ligero que poco a poco empezó a aumentar. La lluvia que había invocado para “saludar” al bosque empezó a caer con fuerza.

OFF: Sorry, no quiero interrumpir su cita romantica, pero queria aprovechar un tema activo en La Push