Leyendo (Evelyn Nicholls)

Mi padre no me dejaba salir de casa, y tampoco había ido al instituto aún. Seguía preguntándose cómo me había roto una pierna y, más aún, cómo me había caído por las escaleras de casa. Suspiré, le mentí porque si le hubiera dicho la verdad me habría tomado por loca, como a la tía Cromentia.

Cogí un libro y salí de casa. Me senté en las escaleras del porche y comencé a leer. Estaba tranquila, sabía que aquel... Vampiro no volvería a por mí si me había dejado tirada en el bosque.

Había decidido salir de casa. Era un buen día y me había levantado inspirada, pero no para dibujar, ni para escribir, sino para componer algo de música.
Salí alegre de mi casa, con la guitarra española que me regaló mi padre años atrás guardada en su funda negra y cargada en el hombro izquierdo. Quería ir al bosque, allí me sentía más libre e inspirada, además de que si cantaba allí nadie me escucharía y me sentiría más libre de alcanzar tonos más agudos.

Pasé por delante de muchas casas en mi camino, hasta que me topé con una chica que estaba sentada en las escaleras del porche de su casa... ¡con la pierna escayolada! ¿Qué le habría pasado?

- ¿E-estás bien? -Le pregunté, aunque no la conocía.

No había conseguido meterme del todo en el libro como de costumbre, tenía varias preocupaciones en mente. ¿Habría más vampiros por la zona, le podrían hacer daño a John?

Suspiré mientras intentaba concentrarme bien en lo que leía, sin éxito, ya me había leído la misma frase unas doce veces y seguía sin enterarme de qué decía. Entonces oí la voz de alguien y levanté la cabeza. La ladeé un poco sin dejar de mirar a la chica que estaba allí, con un estuche -seguramente de guitarra- colgado.

-Em... Sí, lo estoy. ¿Gracias?

Después de haberle preguntado me sentí mal. Sabía lo que fastidiaba que alguien te cortase justo en medio de la lectura. Annie y Karen me lo hacían constantemente y me irritaba muchísimo.
Me recoloqué la guitarra sobre el hombro al notarla un poco pesada y bajé un poco la mirada.

- Lo... lo siento, sé que no es de mi incumbencia.

Me quedé mirándola un momento y luego me encogí de hombros.

-Da igual.-dije quitándole importancia, porque en realidad no la tenía. Entonces puse mi atención en el estuche negro que llevaba colgando a la espalda.-¿Tocas la guitarra?

Pregunta tonta.

Me alivió al menos el hecho de que la chica no me mandase a paseo. Me puse un mechón sobrante de mi coleta detrás de la oreja y asentí.

- Sí, y también compongo... -No sabía por qué había dicho eso, la verdad. Quizás solo hubiese sido suficiente decir un "sí".

-¡Vaya! Es estupendo.-sonreí dejando mi libro a un lado.-Puedes acercarte, no te voy a comer.-bromeé mirando las escaleras a mi lado.-Ojalá yo supiera tocar, Margaret está muerta de risa en mi habitación.

Margaret, mi guitarra.

Sonreí también, un poco vergonzosa y reí un poco por lo que dijo.

- No quería molestarte... -Dado que yo era muy propensa a molestar a todo el mundo, aunque no parecía que a Kate y a Jack les hubiese molestado cuando les conocí. Decidí sentarme al lado de la chica, acomodé mi guitarra entre mis piernas y la escuché de nuevo. Supuse que Margaret sería su guitarra.- Pues... deberías usarla más a menudo. -Sonreí.- Por cierto, me llamo Evelyn.

¿Molestar? ¿Qué tontería?

-Es mejor dejarla sin usar si no sé tocarla o podría cargármela, entonces sí que la liamos.-dije.

Tengo una guitarra y no sé tocarla, seré idiota.

¿No sabía tocarla?

- Yo... puedo enseñarte a tocarla, si quieres. -Ofrecí amigablemente.- Aprender a tocar un instrumento puede servirte bastante bien para cuando quieras desahogarte. -De hecho, cuando murió mi padre la tocaba mucho para evitar llorar, y aún la usaba cuando me sentía mal y sola... me servía de mucho, porque al tocar el instrumento que él me regaló, sentía como si mi padre estuviese cerca de mí.

-Yo para desahogarme escribo.-dije con tono pensativo.-Pero no, no sé tocarla... Y la verdad es que me gustaría mucho que me enseñaras.-sonreí mirándola.

Seguro que sí, que tocar servía para desahogarse, y quería probarlo.

Sonreí de nuevo, pero miré su pierna e hice una mueca.

- Será mejor que aprendas cuando se te cure la pierna. Tocar así sería muy incómodo. -Aproveché para después preguntar.- Por cierto... ¿cómo te lo has hecho?

Me encogí de hombros, no tenía la suficiente paciencia para esperar, y tampoco era para tanto, podía tocar sentada.

-Me caí por las escaleras.-dije de forma apresurada, como un autómata. Realmente era una excusa tonta, ¿Romperte precisamente el fémur cuando te has caído por las escaleras?

- Por las... ¿escaleras? -Pensé en voz alta. Vaya... era muy extraño...

Algo dentro de mí me hizo dudar. ¿Seguro que se había caído por las escaleras? ¿Y si había sido de esos vampiros malos de los que me habló Kate?

No, Evelyn, no seas tan supersticiosa...

-Sí. Mi torpeza no tiene límites.-dije juntando las manos y dejándolas caer entre mis piernas mirando al suelo.-Si me llegas a conocer, verás que me puedo tropezar incluso con mis propios pies.-bromeé con una sonrisa amarga.

Recordé cuando había trastabillado al levantarme del suelo mientras intentaba huir del vampiro de ojos verde pistacho.

Reí un poco.

- Yo antes también era muy patosa... pero me compré un skate y con eso pude estabilizarme y estoy en... -Tomé aire y puse los ojos en blanco apra dramatizar.- "terapia contra la patosidad".

Me reí al escucharla hablar.

-Humm... El skate. Cuando era pequeña lo probé, pero acabé con las piernas llenas de arañazos.-dije con gesto pensativo.-Lo que sí he hecho también es judo. Todos tenían más fuerza que yo. No sirvo para las actividades físicas... Bueno, sí. ¡El balón prisionero me encanta!

Reí de nuevo.

- ¡El balón prisionero! -Ese también me gustaba mucho.- Aunque... a mí me encantan todos los deportes... adoro el hockey. Por suerte suelo ser portera y así no me caigo. -Volví a reír.- Si te gusta el balón prisionero será porque tienes muy buenos reflejos, ¿no?

-Oh.-luego solté una risita.-Sí, es raro. Tengo reflejos pero soy torpe. Los heredé de mi madre.-sentí un nudo en la garganta pero sacudí la cabeza e intenté no ponerme nerviosa.-No sabes cómo cazo chupasangres... Quiero decir, mosquitos.

Me gustaría saber... ¡Por qué siempre meto la pata!

Sonreí y luego la cara se me descompuso en una expresión de sorpresa. ¿Chupasangres? Eso me había sonado a vampiros...
Y dale, Evelyn... ha dicho que caza mosquitos... mos-qui-tos...

- ¿Los cazas? A mí me dan pánico... -Y era cierto. Cada vez que veía uno en casa mería un grito tan agudo que mi hermana se tronchaba de la risa.

-Sí, cuando me tocan las narices me los cargo con una sóla mano.-dije con orgullo, como si fuera algo muy importante.-No debes tenerles miedo, son pequeñitos, no hacen daño... Ay, por cierto, yo soy Genevieve Margarita.-dije tendiéndole la mano para que me la estrechara.-Puedes llamarme Ginny, o Marga, o Maggie, como te dé la gana.-y me eché a reír.

Decidí no seguir más con el tema de los mosquitos. Yo era ridícula con cualquier bicho, excepto con las moscas. Todos me daban miedo. Y las arañas... brrr... ni hablar de ellas...
Apenas recordé que me había presentado cuando ella o hizo y le estreché la mano.

- Evelyn. -Repetí con una sonrisa.- Mucho gusto, Ginny.

Sonreí y me mordí el labio inferior por manía ya. Al menos ya no tenía los puntos en él.

-¿Eres de Forks?-pregunté. No se me daba bien sacar temas de conversación, más bien acababa saliendo solo.

Asentí con la cabeza.

- Sí, va a hacer ya un mes desde que me instalé en Forks. -Aclaré, y para no quedarme en silencio sin más-y por mucho que odiara hablar de mí-hablé un poco más.- Vengo de España.

-¡Oh, España! Yo tengo raíces españolas, mi madre era de allí. Mis abuelos aún viven en España.-dije un poco más animada.-Es un bonito país. Yo nací en Forks, pero a los dos años me mudé a Texas con mi madre.