-Tengo casi 17, pero me gusta decir que ya los tengo cumplidos- Dije al mismo tiempo que le guiñaba un ojo y le sonreía.
Observé en silencio cómo Jack se presentaba a mi abuela, por la mirada que tenía ésta, le había dado el "visto bueno". Me sonrojé cuándo dijo que estaba vivo gracias a mí.
- No le creas abuela, está exagerando, antes o después se hubiera curado- Comenté intentándo quitarle hierro al asunto, sin mirar a ninguno de los dos, avergonzada.
Empecé a balancear los pies de un lado a otro, mientras veía a mi abuela y a Jack hablar.
- Lo he supuesto en cuánto te he visto. Verás, yo también fui licántropa en una juventud un poco lejana, al igual que mi marido. Mis hijos no heredaron la licantropía, pero mis nietos, Daniel y Chris sí. - La abuela dirigió la mirada hacia mí. - Por cierto, ¿sabes algo de tu hermano?
Negué con la cabeza varias veces- Nada, pero no hay de qué preocuparse, ya sabes como es, abuela. En cuanto menos te lo esperes, lo verás de nuevo mangando comida de la nevera a las tres de la madrugada- Intenté animar a mi abuela, pues sabía que se preocupaba por Dan, pero él era así, siempre había sido bastante independiente,incluso antes de ser licántropo.
Mi abuela se volvió y empezó a sacar lo que mi olfato denominaba como spaguettis con queso y tomate. Me levanté y coloqué vasos,cubiertos y servilletas en la encimera de la barra americana, era lo suficientemente ancha como para comer agusto.
- ¿Te apuntas,abuela? - Pregunté volviéndome, para ver si tenía que colocar otro vaso o no.
- Lo siento querida, pero hoy es jueves y sabes que los jueves tengo...
- Tienes reunión de abuelas quileutes, lo sé. - Terminé la frase, sonriéndole.
- Así es- Terminó de poner los platos en la mesa y nos sonrió a ambos. - Cuidad de la casa chicos, no montéis fiestas ni hagais nada malo, Christine. - Mi abuela me dirigió una mirada que con ella me lo decía todo. La última vez que me había dejado sola, o mejor dicho, acompañada de un chico. Había acabado con un bombo.
No te preocupes abuela. Por cierto...
- No tienes que decirme nada, Jack puede quedarse el tiempo que haga falta, la habitación de huéspedes está libre. - Hizo una pausa, mientras yo me quedaba anonada. No sabía como, pero siempre acababa por adivinar lo que me pasaba o lo que pensaba. A veces mi abuela me daba miedo. -
Que disfrutéis de la comida. Un placer haberte conocido, Jack.- Cogió su cesta de mimbre, se ajustó la chaqueta y después de darme un beso en la frente, se dirigió a la salida principal, dónde seguramente la vecina de al lado la estaría esperando.
Me quedé unos segundos en silencio, asimilando todo lo que había pasado.-
Al final no he tenido que decirle nada. Si no conociese a mi abuela pensaría que lee mentes. - Bromeé, antes de hincar en tenedor en los spaguettis, y enrollar unos cuantos. Cuando me aseguré de que estaban templaditos, me los llevé a la boca, masticando con lentitud, para luego tomar una servilleta y limpiarme.
- Ya ves, no tienes de qué preocuparte, y además a mi me encanta que estés aquí, así no estoy tan sola. - Sonreí levemente, volviendo mi marada hacia el plato de spaguettis. - Te has librado, chaval, hoy no te hará repetir cuatro veces. - Solté una carcajada por mi propia broma, mi abuela en plan madre era digno de ver.
Observé en silencio cómo Jack se presentaba a mi abuela, por la mirada que tenía ésta, le había dado el "visto bueno". Me sonrojé cuándo dijo que estaba vivo gracias a mí.
- No le creas abuela, está exagerando, antes o después se hubiera curado- Comenté intentándo quitarle hierro al asunto, sin mirar a ninguno de los dos, avergonzada.
Empecé a balancear los pies de un lado a otro, mientras veía a mi abuela y a Jack hablar.
- Lo he supuesto en cuánto te he visto. Verás, yo también fui licántropa en una juventud un poco lejana, al igual que mi marido. Mis hijos no heredaron la licantropía, pero mis nietos, Daniel y Chris sí. - La abuela dirigió la mirada hacia mí. - Por cierto, ¿sabes algo de tu hermano?
Negué con la cabeza varias veces- Nada, pero no hay de qué preocuparse, ya sabes como es, abuela. En cuanto menos te lo esperes, lo verás de nuevo mangando comida de la nevera a las tres de la madrugada- Intenté animar a mi abuela, pues sabía que se preocupaba por Dan, pero él era así, siempre había sido bastante independiente,incluso antes de ser licántropo.
Mi abuela se volvió y empezó a sacar lo que mi olfato denominaba como spaguettis con queso y tomate. Me levanté y coloqué vasos,cubiertos y servilletas en la encimera de la barra americana, era lo suficientemente ancha como para comer agusto.
- ¿Te apuntas,abuela? - Pregunté volviéndome, para ver si tenía que colocar otro vaso o no.
- Lo siento querida, pero hoy es jueves y sabes que los jueves tengo...
- Tienes reunión de abuelas quileutes, lo sé. - Terminé la frase, sonriéndole.
- Así es- Terminó de poner los platos en la mesa y nos sonrió a ambos. - Cuidad de la casa chicos, no montéis fiestas ni hagais nada malo, Christine. - Mi abuela me dirigió una mirada que con ella me lo decía todo. La última vez que me había dejado sola, o mejor dicho, acompañada de un chico. Había acabado con un bombo.
No te preocupes abuela. Por cierto...
- No tienes que decirme nada, Jack puede quedarse el tiempo que haga falta, la habitación de huéspedes está libre. - Hizo una pausa, mientras yo me quedaba anonada. No sabía como, pero siempre acababa por adivinar lo que me pasaba o lo que pensaba. A veces mi abuela me daba miedo. -
Que disfrutéis de la comida. Un placer haberte conocido, Jack.- Cogió su cesta de mimbre, se ajustó la chaqueta y después de darme un beso en la frente, se dirigió a la salida principal, dónde seguramente la vecina de al lado la estaría esperando.
Me quedé unos segundos en silencio, asimilando todo lo que había pasado.-
Al final no he tenido que decirle nada. Si no conociese a mi abuela pensaría que lee mentes. - Bromeé, antes de hincar en tenedor en los spaguettis, y enrollar unos cuantos. Cuando me aseguré de que estaban templaditos, me los llevé a la boca, masticando con lentitud, para luego tomar una servilleta y limpiarme.
- Ya ves, no tienes de qué preocuparte, y además a mi me encanta que estés aquí, así no estoy tan sola. - Sonreí levemente, volviendo mi marada hacia el plato de spaguettis. - Te has librado, chaval, hoy no te hará repetir cuatro veces. - Solté una carcajada por mi propia broma, mi abuela en plan madre era digno de ver.
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